Si María Dolores levantara la cabeza

Si María Dolores Pradera levantara la cabeza y nos hubiese acompañado el pasado jueves 20 de abril en la velada musical que en su honor se llevó a cabo en el Cantábrico, se hubiese arrancado a aplaudir emocionada en cada una de las canciones que allí se interpretaron. 

Primero hay que decir que el homenaje era pertinente teniendo en cuenta que la gran artista nos dejó a finales de mayo del 2018 y no había habido ocasión de recordarla hasta ahora. Enseguida se vino la pandemia y con ella  se terminaron dejando de lado las cosas importantes de la vida por tener que atender las urgentes, y así, la pobre María Dolores que tantas alegrías nos había dado, quedó sin despedir y recordar como merecía. Dejo aquí el video completo de la actuación, ofrecido gracias a la inestimable colaboración de Eklan, producciones audiovisuales.

El espectáculo se preparó con la ilusión a la que nos tiene acostumbrados nuestro director del grupo de teatro Luis Gutierrez, y eso se nota; pero nada hubiese sido igual sin el talento que desbordaron los intérpretes y músicos. Disfrutamos mucho con la sentida interpretación de María Gabarain quien llevó el peso de la actuación. Arrancó con Ojalá, la clásica ranchera de Jose Alfredo Jimenez y siguió luego con Un viejo amor de Alfonso Esparza, acompañada por la virtuosa guitarra de su tío Telmo, quedando así todo en familia.

María y su arte dieron paso a Luis Gutierrez que acompañado por Julián Cobzaru al acordeón y Lucía Vazquez al chelo se atrevió con el Procuro olvidarte de Manuel Alejandro, dándonos la oportunidad de apreciar otro talento desconocido que este hombre polifacético escondía en algún lugar.

Ya entrados en ambiente salió Carmina de Miguel y nos helo la sangre a todos. Su voz tan poderosa llegó a ocupar todo el espacio que todavía quedaba disponible en la sala, colándose, no se sabe bien como, hasta en el último hueco del alma de un público ya entregado. Cantó primero El Rosario de mi madre de Mario Cavagnaro con sentimiento, y con un recuerdo cómplice para quien a su juicio más amaron la música de Maria Dolores: su padre, su hermana y Ramón Peironcely.

A Carmina le siguió Maria con una sublime interpretación low tempo del Que nadie sepa mi sufrir, ese vals peruano escrito por un argentino y que todos conocemos como Amor de mis amores. Luego, siguiendo en el Perú tan querido por la audiencia, cantó Me he de guardar de Chabuca Granda para dar paso otra vez a Carmina que nos devolvió a México con la ranchera de Jose Alfredo Jimenez Te voy a enseñar a querer acompañada por la enérgica guitarra de Xabier Mendiluce y el acordeón del soberbio Julian. Seguimos después con otra ranchera, esta vez interpretada por Martín, padre de María y hermano de Telmo y como enseguida descubrimos, mejicano de toda la vida. A este hombre le corre por las venas puritito chile chipotle en lugar de sangre, o eso nos pareció con su interpretación del No me amenaces de Jose Alfredo Jimenez que todo el mundo coreo. A nadie se le ocurrió amenazarle, muy al contrario, en su lugar, recibió una sonada ovación de la que pude extraer algún ¡ándale carnal!.

Y así siguió la velada in crescendo. Maria con su tío Telmo nos regalaron el vals peruano Amarraditos de Pedro Belisario Pérez en el que nos animó a ponernos jazmines en el ojal aunque no se estile en estos tiempos. Luego interpretaron María la portuguesa del cantautor granadino Carlos Cano. Tras ellos, Luis pasó a dedicar a todo el grupo de teatro la canción del compositor cubano Osvaldo Farrés Tres palabras, que interpretó con elegancia y en la que además de Julián al acordeón, le acompañó al saxo Antonio Lozano, demostrando gran virtuosismo. Sonaron después Se me olvidó otra vez de Juan Gabriel, La flor de la canela de la gran Chabuca Granda, Toda una vida de Osvaldo Farrés y Tengo un amor en la Habana de Carlos Cano, que se repartieron entre Martín, María y Carmina antes de dar paso a una pieza musical de Jazz interpretada por Antonio al Saxo y Julián al acordeón que tuvimos el privilegio de disfrutar. A modo de traca final, la actuación terminó con dos rancheras coreadas por todo el público, el Cucurrucucu Paloma de Pedro infante y Sigo siendo el Rey de Jose Alfredo Jiménez que interpretaron Carmina y Martín respectivamente.

Tras la ovación final, público y artistas compartimos cóctel y la poca voz que nos quedaba.  

Finalmente queremos agradecer a Iñaki Cercadillo por la filmación e iluminación y a Nicolás Casla por la dirección del espacio escénico y por estas fotos que aquí dejo, fiel reflejo de lo que allí ocurrió. (Para ver las fotos en alta definción pinchar sobre cada una de ellas).

Presentación del libro «Una vida entre montañas» de Martín Gabarain Astorqui

Martín Gabarain Astorqui mostrando su libro durante el evento

El pasado 10 de febrero tuvo lugar, en la sede del Club, la presentación del libro Una vida entre montañas – De Aitzkorri a Bután (Editorial Almuzara), que se llevó a cabo por su autor y socio Martín Gabarain Astorqui. Amigos, familiares, socios y aficionados a la montaña abarrotaron los salones del Cantábrico para la ocasión.

Tras la presentación los asistentes tuvieron la oportunidad de hacerse con un ejemplar firmado por el autor. Sus hijos María y Martín, a cargo de la distribución del libro, no dieron a basto. La demanda sobrepasó con creces las expectativas, por lo que hubo gente que se quedó sin el suyo. Afortunadamente el libro está todavía disponible en las principales librerías de la ciudad y quien prefiera, puede hacerse con uno por internet a través del siguiente enlace:

Martín Gabarain Astorqui durante la presentación de su libro «Una vida entre montañas

Gabarain explicó de forma amena sus inicios en esta pasión montañera. Prendió la llama en su adolescencia hace ya más de cuatro décadas, en algún momento durante aquellas primeras excursiones con amigos por las campas de Urbia, la sierra de Aitzkorri, el Txindoki y el resto de la montaña vasco navarra. Una afición que le llevó a lo largo de los años a recorrer el mundo. Habló en la presentación de sus montañeros preferidos y de los libros que de joven devoraba sobre ellos. De la ilusión puesta en la planificación milimétrica de sus viajes, de los mapas hechos a mano durante tantos años y que ahora ha conseguido rescatar. Y de cómo se fraguó este libro, resumen de su vida paralela en la montaña. Y habló de sus hijos María y Martín con orgullo. Le acompañan desde pequeños en cada excursión. Hace ya mucho que quedaron, como él, atrapados por la magia agreste del monte, una pasión que se ha convertido en seña de identidad familar. Quizás no lo dijo con palabras, aunque a todos nos llegara a través de algún sentido la percepción de cómo la montaña le ha cautivado hasta convertirse en una forma de entender la vida.

Y se vieron muchas fotografias hechas con maestría en todos estos viajes. Imagenes que sirvieron para llevar a la audiencia desde los montes de Guipuzcoa al Pirineo, y de allí, al Himalaya, al Tibet, a Nepal o a Bután. Luego saltamos, creo, al Kilimanjaro, al Rwenzori en Uganda y de ahí a Nueva Zelanda y Groenlandia. Pasamos tambien, no recuerdo cuando, por la cordillera del Atlas en Marruecos, por la de Vilcanota en Perú y por las Rocosas de Canadá antes de llegar a los Alpes y terminar en el Tirol austriaco. Un recorrido que hicimos en verano y en invierno, de dia y de noche, con botas, con crampones y con esquis. Asombrándonos a cada paso con la belleza de la fauna alpina, de la flora, de aquellos frios lagos donde algún día nos bañamos y sobre todo, de esas imponentes montañas que quitan la respiración. Y entonces comprendimos por qué Martín no puede dejar de volver a ellas.

Un momento de la presentación del libro Una vida entre montañas

Tras la presentación, ya de vuelta en la ciudad, se sirvió un picoteo.

Dejo aqui algunas fotografias del evento, y el enlace a la compra del libro para quien le pueda interesar.